“Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador”
Durante la semana leí unos
comentarios en el Facebook sobre este tema, tema sobre el cual pensaba
escribir este fin de semana. Sin embargo, hoy recibí en mi correo, este
devocional que el Pastor de la “Iglesia Bautista del Salvador” (www.iglesiadelsalvador.com), remite diariamente y decidí pegarlo en el Blog.
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Existe una famosa frase que dice: “Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador”.
Este dicho es conocido entre los impíos, pero también es predicado por
muchos que se hacen llamar “cristianos”. Pero ¿tal declaración proviene
de las Escrituras? De ninguna manera. Tal dicho vino del corazón de un
hombre que no conocía a Dios, no proviene de las Santas Escrituras, es
decir, no proviene de la boca de Dios.
Lo que las Escrituras enseñan es que Dios es Santo y tan limpio de ojos que no puede mirar con favor el mal (Habacuc 1:13).
Por lo tanto, el malo no puede habitar junto a Dios. ¿Por qué? Porque
El no es un Dios que se complace en la maldad. Los insensatos no estarán
delante de sus ojos. El Dios de las Escrituras aborrece a todos los que
hacen iniquidad. El destruirá a todos los que hablan mentira. Dios
abomina al hombre sanguinario y engañador (Salmo 5:4-6),
o como dice nuestro Proverbios 11:20; “Abominación son a Jehová los
perversos de corazón; Más los perfectos de camino le son agradables”.
El Salmo 7:11 dice
claramente que Dios está airado contra el impío, es decir, contra el
pecador todos los días. ¿Esto significa que Dios es cruel? De ninguna
manera. El Salmo enseña que la razón por la cual Dios abomina al pecador
es porque El es Justo. Dios es juez justo, por lo tanto, abomina al
pecador. Esto no se trata de crueldad, sino de plena justicia. ¿Cómo
Dios no se va airar al ver que Su Santa voluntad es quebrantada todos
los días?
Algunos han llegado a decir que eso es
verdad en el Antiguo Testamento, pero que en el Nuevo Testamento vemos a
un Dios diferente. ¿Será eso cierto? ¿Será cierto que Dios ha cambiado?
La respuesta es No. Juan 3:36 dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. Efesios 5:3-6 dice: “Pero
fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre
vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades,
ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.
Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es
idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os
engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia”.
Entonces, la verdad de que Dios abomina
al perverso de corazón, no solo es una verdad en el Antiguo Testamento,
sino que también es verdad en el Nuevo Testamento. Esto se debe a que
Dios es el mismo ayer, hoy y siempre, Dios es inmutable, El no cambia.
Dios abomina a los perversos de corazón,
pero Su agrado está sobre los perfectos de camino. Pero ¿Quiénes son
perfectos de camino, si todos nos hemos descarriado? Solo uno,
Jesucristo el Justo. Ante El los cielos se abrieron y el Padre dio la
siguiente declaración: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Sobre Jesucristo estaba el eterno y completo agrado del Padre. Pero El, en la cruz del calvario fue abandonado por su Padre (Mateo 27:46).
¿Por qué? Porque Jesucristo estaba llevando la maldad de su pueblo para
que todos aquellos que crean en El sean justificados. Eso significa que
todos aquellos que están en Cristo, ahora, por El, son declarados
perfectos de camino, y el agrado pleno del Padre está sobre ellos. De
tal manera que el mismo amor que estaba sobre el Hijo Jesucristo, es el
mismo amor que está sobre aquellos que Él ha justificado (Juan 17:26).
La evidencia más clara que Dios es justo y
abomina al pecador es la Cruz de Jesucristo. El Padre aplastó a su Hijo
Jesucristo porque El fue hecho pecado por nosotros, fue hecho maldición
por nosotros. La Cruz es la plena manifestación de la justicia de Dios (Romanos 3:25).
La Cruz no está para que sintamos lastima por Jesús, sino para que
conozcamos y temblemos ante el Dios de las Santas Escrituras, por esa
razón el Señor, en el camino a la crucifixión, le dijo a las mujeres que
lloraban: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino
llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos… Porque si en el árbol
verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?” (Lucas 23:28, 31).
Roguemos al Señor para que nos siga
limpiando de aquella falsa imagen de un dios que nos hemos hecho, pero
que no es el Dios de las Escrituras. Roguemos al Señor para que nos siga
mostrando Su Gloria.
“El Dios de dioses, Jehová, ha
hablado, y convocado la tierra, Desde el nacimiento del sol hasta donde
se pone. De Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido. Vendrá
nuestro Dios, y no callará; Fuego consumirá delante de él, Y tempestad
poderosa le rodeará. Convocará a los cielos de arriba, Y a la tierra,
para juzgar a su pueblo. Juntadme mis santos, Los que hicieron conmigo
pacto con sacrificio. Y los cielos declararán su justicia, Porque Dios
es el juez. Oye, pueblo mío, y hablaré; Escucha, Israel, y testificaré
contra ti: Yo soy Dios, el Dios tuyo. No te reprenderé por tus
sacrificios, Ni por tus holocaustos, que están continuamente delante de
mí. No tomaré de tu casa becerros, Ni machos cabríos de tus apriscos.
Porque mía es toda bestia del bosque, Y los millares de animales en los
collados. Conozco a todas las aves de los montes, Y todo lo que se mueve
en los campos me pertenece. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti;
Porque mío es el mundo y su plenitud. ¿He de comer yo carne de toros, O
de beber sangre de machos cabríos? Sacrifica a Dios alabanza, Y paga tus
votos al Altísimo; E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y
tú me honrarás. Pero al malo dijo Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis
leyes, Y que tomar mi pacto en tu boca? Pues tú aborreces la
corrección, Y echas a tu espalda mis palabras. Si veías al ladrón, tú
corrías con él, Y con los adúlteros era tu parte. Tu boca metías en mal,
Y tu lengua componía engaño. Tomabas asiento, y hablabas contra tu
hermano; Contra el hijo de tu madre ponías infamia. Estas cosas hiciste,
y yo he callado; Pensabas que de cierto sería yo como tú; Pero te
reprenderé, y las pondré delante de tus ojos. Entended ahora esto, los
que os olvidáis de Dios, No sea que os despedace, y no haya quien os
libre. El que sacrifica alabanza me honrará; Y al que ordenare su
camino, Le mostraré la salvación de Dios” (Salmo 50).
E.M.SIglesia Bautista del Salvador
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